Toallas gratis
En el año 2000 el estudio AVL (Atelier van Lieshout) iniciado por el artista Joep van Lieshout declaró sus terrenos en el puerto de Rótterdam un estado libre llamado “Free State of AVL-Ville”. El ejercicio de pensar en colectividad y aprender haciendo eran la bases de la vida comunitaria. Sus ciudadanos, los trabajadores de AVL, podían vivir en las instalaciones mientras levantaban la infraestructura necesaria para ello: un gallinero, una cuadra de cerdos, un generador, un pozo séptico, iniciaron un sistema de transporte con un caballo y un tractor que traía a las visitas... En definitiva, construyeron todo lo necesario para ser autosuficientes. Incluso no faltó un taller para hacer armas.
Pero el sistema de defensa no funcionó. Apenas un año más tarde las autoridades de Rótterdam entraron en AVL-Ville. Lo primero que hicieron fue requisar su célebre coche de empresa, un Mercedes convertido en una camioneta equipada con un cañón 57mm diseñado por ellos. La policía se llevó el cañón y decidió volver al día siguiente a por el coche. Sin embargo, para cuando llegaron, el Museo Boijmans van Beuningen de Rótterdam lo había comprado ya.
El origen de AVL-Ville se encuentra en la idea de autonomía que AVL venía desarrollando desde ya hacía tiempo con el diseño de viviendas móviles. Así, todos los diseños del estado libre fueron adaptados como unidades transportables a otros entornos a modo de franquicias de AVL-Ville y rápidamente encontraron un lugar prominente en las exposiciones de arte.
A partir del cierre de su estado, AVL comenzó un nuevo capítulo que dio media vuelta al contagioso optimismo que se respiraba en el AVL-Ville. Los nuevos trabajos son más bien objetos para una organización siniestra de la vida en comunidad. Por ejemplo, “Cradle to Cradle (De principio a fin)” es un circuito cerrado que recicla cuerpos humanos en la distopía de “SlaveCity (Ciudad de esclavos)”. SlaveCity es un proyecto comenzado en el 2005 que esboza una ciudad con cero consumo de energía, autosuficiente y verde, con unos beneficios de 7 billones de euros al año. En ella vivirían 200.000 esclavos que trabajarían siete horas al día en oficinas y otras siete en los campos de agricultura o los talleres y dormirían siete horas tras tres horas de relajación. SlaveCity juega con las paradojas de un escenario en el que se sacrifica la libertad de parte de la ciudadanía para poder pagar los lujos de unos pocos.
La aplicación práctica es una interesante discrepancia entre las dos líneas de trabajo. Los objetos de AVL-Ville eran diseños funcionales, mientras que los de SlaveCity encuentran su habitat en los espacios expositivos. ¿Tiene entonces este último proyecto relación con la realidad? Tal vez nos encontremos ya muy cerca de este escenario de horror y SlaveCity sea una redefinición de la actualidad que especula con el lado oscuro de los lujos de la sociedad occidental.
En el Estado Español, por ejemplo, según la última encuesta del Eurobarómetro sobre el impacto social de la crisis, hay 143.000 personas con un patrimonio que supera los 800.000 euros, 16.000 más que en el 2009. Mientras tanto, cerca del 20% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. La crisis ha supuesto el aumento de un millón de pobres, hasta el momento. Visto lo visto, ¿es SlaveCity una advertencia sobre un futuro que nos espera tras la esquina?
Recordamos la agitación con que interpretamos en sus comienzos la crisis económica. El sistema capitalista no se podía sostener. Estaba claro, era momento de cambio. Pero ¿cambiar a qué? Y ¿qué papel podía jugar el arte?
“The Best Party (El Mejor Partido)” es un grupo de artistas, músicos y otros agentes culturales liderados por el humorista Jón Gnarr que surgió en Islandia en cuanto se anunciaron las elecciones anticipadas. El país, hasta hacía bien poco considerado uno de los más prósperos del mundo, se había sumergido en una pesadilla financiera, con miles de ciudadanos que vieron de un día para otro cómo sus deudas doblaban el valor de sus propiedades.
La campaña de “The Best Party” se caracterizó por una convinación agridulce de proclamas idealistas (“vamos a impulsar la transparencia y la democracia efectiva”) y humor negro (“todos los partidos son secretamente corruptos, nosotros lo seremos sin escondernos”). Prometieron un oso polar para el zoo, toallas gratis en las piscinas y un parlamento libre de drogas para el año 2020. “Vamos a traer humor a las calles” clamaban sus miembros “Es la hora del gran cambio. Tienes que elegir”.
Los votantes eligieron y ante la sorpresa de los partidos “serios”, “The Best Party” ganó las elecciones en Reykjavik, la capital islandesa. No es el primer partido que hace de su campaña una sátira de la política tradicional, pero sí es uno de los pocos que han llegado al poder. Ahora con cuatro años de candidatura por delante queda por ver qué es lo que significa esta elección en la práctica.
Además de ofrecer un modelo social alternativo, un ejemplo para organizarse de forma diferente, como proponía AVL-Ville, o advertir sobre una posible sociedad terrorífica como SlaveCity, nos preguntamos si el arte puede ser el marco mismo desde donde se realice un cambio social ¿puede el arte funcionar desde el poder y “hacer” la transformación?
Published in:
- Mugalari, el suplemento cultural del periódico Gara.
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